martes, 25 de enero de 2011

Blood Hunters. Capítulo 1: Vana existencia


Daniel abrió los ojos, los rayos del sol habían atravesado ya las persianas y alcanzado su rostro. Miró el reloj que apuntaba las 9:27 AM y se dijo –Hoy es el día—.

Esa mañana pudo haber sido la más feliz de su vida, había imaginado la noche anterior a su boda despertar con ella a su lado, pero eso estaba muy lejos de lo que ahora ocurría. Salió de su habitación y notó que bajo la puerta yacía un sobre bañado con el dulce aroma característico de Cloe, su prometida, dentro, una fotografía y una carta:

“Es difícil pensar en cuantas lagrimas tendré que derramar, es difícil aceptar el hecho de que no siempre se obtiene lo que se desea, pero es aun más difícil saber que aun no estoy haciéndolo bien, no estoy haciendo lo correcto.

He dejado de fantasear con ello y me pregunto -¿Por qué sucedió? Ahora no me es fácil perderme en mis pensamientos, porque es doloroso cuando vuelvo a la realidad.

A veces solo espero a que caiga la noche para ver si Morfeo se interna en mis sueños para llevarme a donde pueda encontrar lo que busco, sin embargo no siempre tengo esa suerte. El ser optimista en este caso ya no parece ser una opción, las cosas ya no se ven de la misma manera, no obstante me hace feliz pensar que todo estará bien después de hoy.

Nunca creí llegar a actuar de esta manera, pero se que no son suficientes mis acciones para cambiar esta realidad. Te amo, he pasado los mejores momentos de mi vida junto a ti, pero ahora debo alejarme por razones que no puedo explicar.

Adiós para siempre.

Cloe.


Sólo una lágrima rodó por su mejilla lentamente hasta caer en aquel papel que sostenía con sus manos temblorosas, se preguntaba tantas cosas – ¿porqué se ha ido?, ¿qué la obligo a irse?, ¿porqué nunca dijo una palabra?—, su mente era una maraña entre la pregunta ¿porqué? Aquellas palabras le provocaban un sentimiento que le destrozaba el alma.

Se había hundido en un mar de recuerdos, que aumentaban grandemente su tormento y sumiso a sus protervos pensamientos decidió esa noche terminar con todo, creía, sin duda que nada valdría la pena sin ella a su lado. Subió a la barandilla del balcón de su apartamento con los pies descalzos mirando a los autos atravesar las calles ocho pisos abajo.

Llovía, y aquella lluvia se confundía con sus lágrimas, el viento tocó con suavidad su rostro, mientras el se acercaba más y más a la orilla. Tantas cosas pasaron por su cabeza, cada promesa, cada momento, cada instante que él vivió junto a Cloe, y la carta, aquella carta que le desgarró el corazón y cuyas palabras aun se encontraban en sus manos, ahora como simples manchas de tinta, irreconocibles escurriéndose por el húmedo papel.

Al instante, lo siguiente que supo fue que se encontraba cayendo, al tiempo que frente a sus ojos volvían esos recuerdos tan felices que pasó al lado de su amada, y a la vez tan dolorosos. Ahora sin embargo aquello parecía tan sublime, tan lejano, tan sólo un hermoso sueño. Sintió en su pecho un gran alivio y no pudo mantener más sus ojos abiertos.

Todo se hizo silencio, Daniel no era capaz de aclarar su mente, pareciera como si ésta actuara con voluntad propia, lo único que sabía era que todo se había acabado.

Sentía cierta calidez, como si alguien le estuviese acompañando desde el momento en que saltó. Ahora todo su universo no era más que obscuridad. No sintió llegar al suelo, era como si se adentrara en un abismo sin fondo.